Mi llegada al mundo de la talla fue simplemente inevitable.
Soy hijo de un gran tallista en una ciudad de larguísima tradición de maestros en este oficio. En mi caso todo parecía predestinado para que la talla en madera se convirtiera, primero en una afición, después en una profesión, y definitivamente en una pasión, pues como sucede frecuentemente en las vocaciones, el trabajo no es solo parte de la vida, sino la vida misma.