2008.
Además de los trabajos de nueva creación realizados para cofradías en estos años, también he tenido la oportunidad de realizar distintas restauraciones, siendo la más relevante de ellas la realizada en la URNA de la Real Cofradía del Santo Entierro de Zamora.
La urna fue construida en 1891 por Domingo López, mientras la talla fue obra de Justo Fernández.
El diseño fue tomado del catálogo Maurice Lenain de Paris, aunque finalmente introdujeron algunas modificaciones respecto de la lámina original.
La oportunidad que me dieron desde el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Castilla y León de acometer esta restauración, fue una oportunidad única para trabajar sobre una obra con más de cien años y valorar detalles que sólo estando tan cerca puedes apreciar.
Lo primero que pude valorar al iniciar las tareas de restauración es que los dos participantes en la realización de la Urna hicieron un gran trabajo.
En el verano de 2008 cuando realice la intervención, pude comprobar que todos los encuentros, todos los acoples, todos los ingleses de las molduras, se mantenían perfectos. Así que el trabajo de carpintería realizado por Domingo López fue realizado con gran esmero y enorme precisión.
Igualmente destacable resulta la talla de Justo Fernández que alcanzó en el templete superior un alto grado de maestría.
Algo después, al comenzar las tareas de limpieza, pude comprobar que fue también muy acertada la elección de la madera, cuidadosamente seleccionada, limpia, sana y sin nudos ni imperfecciones. Y así se conservaba 116 años después, en el momento de la restauración.
Antes de su restauración la Urna presentaba un aspecto muy oscuro, casi negro, consecuencia de las sucesivas capas de cera mezcladas con betún de judea, que le habían aplicado y que habían acabado ocultando por completo la belleza de la madera. De este modo mi primera ocupación fue la limpieza de estas sucesivas capas con productos decapantes y disolventes, una a una, hasta alcanzar la madera.
Las columnas salomónicas tuvieron que ser encoladas entre sí y fijados los tornillos que la unían a la base para evitar movimientos durante los desfiles procesionales. Algunos arcos estaban desencolados y abiertos por lo que le fueron encoladas lamberetas de nogal, para posteriormente repasarlas convenientemente.
En la parte interior, entre la madera y los cristales, había importantes holguras que pude corregir con nuevos listones de nogal, para asegurar una mejor fijación para los cristales.
La parte más dañada resultó ser el templete que remata la Urna, en el que están tallados con finura y delicadeza los símbolos de la pasión. Faltaban piezas interiores y exteriores de los arcos y de las tracerías góticas. La mayoría de éstas piezas habían desaparecido, por lo que sólo pude recuperar y encolar alguna de las originales; para las demás, se encolaron piezas de nogal que se retallaron “in situ”.
Una vez concluidas las tareas de limpieza, consolidación, encolado y repaso de las piezas, sólo restaba el último paso dentro de este proceso. El acabado definitivo se realizó mediante varías manos de barniz satinado, cuya transparencia permite apreciar la excelencia de la madera.