Tallando sueños

Desde el sueño a la realidad...

Mayo 2020

Hace algunas semanas, en el momento más agudo de la crisis sanitaria provocada por la pandemia, en los días de confinamiento más estrictos, comenzó este repaso: Una mirada atrás sobre los inicios profesionales y sobre algunos de los trabajos realizados a lo largo de estos más de 25 años de trayectoria profesional.

La situación por inesperada que fuera, que lo fue, propiciaba una buena oportunidad para reflexionar sobre algunas cuestiones tanto en el ámbito personal, como profesional.

Se requería un ejercicio de memoria, para valorar lo hecho, una mirada reposada al pasado que en una situación más normal dado lo agitado de nuestras vidas, hubiera resultado muy complicada.

Ahora, con la recuperación de la  libertad de movimientos y el progresivo acercamiento a nuestras rutinas anteriores, parece igualmente oportuna la mirada hacia adelante, los sueños para el futuro más próximo, que ya nos aguardan.

Resulta éste un tiempo, en el que una mirada al futuro resultará de una dificultad máxima, pues nunca como ahora el futuro fue más impredecible.

Vivimos momentos de estupor, en un mundo donde todo cambia a gran velocidad, con la sensación de estar perdidos, superados. Si el gran invento del siglo XX fue la velocidad, este nuevo siglo acelera de manera exponencial.

Tengo la sensación de viajar en un tren a altísima velocidad que no sé dónde va, ni por qué corre tanto, pero del que no puedo bajarme. La impresión de estar algo aturdidos y bastante perdidos tampoco es menor. Todos los valores que nos acompañaron desde que nacimos, nuestros valores de referencia se han difuminado hasta perderse.

Resulta igualmente complicado educar y formar a nuestros hijos para un mundo profesional que no sabemos cómo va a ser, aunque teniendo en cuenta lo exponencial de los cambios, sospechamos que se parecerá poco a lo que conocemos ahora. Todo parece haberse complicado en exceso. Nuestras respuestas tradicionales seguramente no servirán en el futuro, porque no sirven ya en el presente, y buscamos respuestas que todavía no existen, profundizando en nuestra desorientación.

Nacimos en un mundo en el que había certezas, que como por arte de magia, parecen haber desaparecido y son ahora las incertidumbres las que inundan nuestras vidas.

Este ritmo frenético que nos arrastra, resulta incomodísimo para el desarrollo de nuestro oficio, que debe hacerse necesariamente, de manera lenta. Del mismo modo que en las composiciones musicales se indica el “tempo” (que supone la velocidad a la que se ha de interpretar) nuestras “sinfonías” deben interpretarse con sosiego, con calma, con tiempos para el reposo.

Podemos concluir con claridad que vivimos a contratiempo en la sociedad de las prisas, donde parece que tengamos que inventarnos un mundo nuevo cada semana.

Hasta llegar aquí, el futuro resultaba mucho más previsible, especialmente para los que desde muy jóvenes teníamos una vocación muy marcada. El itinerario a seguir estaba trazado con bastante nitidez y parecía despejado el camino a seguir. Ahora todo es complejo. Hasta soñar resulta complicado, si es que queremos pensar en un sueño realizable y factible como corresponde a este soñar metafórico.

En cualquier caso puede que lo que se intuye del futuro no nos guste a algunos, pero la característica principal siempre del futuro es que no existe, que está por hacer y una parte importante de lo que en él suceda dependerá de nosotros, incluso la posibilidad de cambiar lo vaticinado en primera instancia.

Cada cual tendrá que tallar su futuro, tendrá que pensar, planificar, trazar, desbastar y acabar su obra, esperando que se parezca lo máximo posible a la soñada.

El futuro para nosotros, los artistas plásticos, siempre supone la esperanza de que la GRAN OBRA, nuestra obra maestra está por venir. Vivimos convencidos de manera perenne que el próximo será nuestro mejor trabajo. De ahí que la mirada atrás para recordar el pasado supone siempre un esfuerzo, porque lo que realmente nos gusta y nos sale de manera más natural es hablar de nuestros proyectos presentes y futuros, aquellos en los que estamos embebidos en cada momento, esos que sin duda supondrán nuestra mejor obra.

Una vez concluidos estos trabajos jamás nos dejarán completamente satisfechos, por lo que volcaremos nuestra pasión impenitente en el siguiente proyecto, volviendo a girar una rueda que alimenta sin tregua nuestro afán de perfeccionamiento.

Esta rueda que gira y gira, lo hace en sentido contrario al habitual. Habitualmente tenemos una realidad que en algún aspecto no nos gusta y soñamos cambiarla, trazando una ruta lógica que nos lleve de la realidad a la nueva realidad soñada. En nuestro trabajo, este orden se altera por completo. Nosotros antes de tener la realidad, tenemos el sueño. Primero soñamos la obra, la imaginamos, la dibujamos, y finalmente la hacemos, caminando contra la lógica anterior desde el sueño a la realidad.

Mi idea para tallar el futuro soñado tendría como base en la que sustentarse,  trabajar en lo que me gusta, en lo que siempre he querido. Un trabajo que me permita desarrollar mi pasión, que me obligue a seguir estudiando, que me permita seguir evolucionando, que me lleve a crecer constantemente. Un trabajo en el que todos los proyectos sean diferentes y únicos, que cada día tenga que resolver problemas nuevos, un trabajo en el que no hacer lo que ya sé hacer, sino al contrario, que tenga que hacer lo que no sé hacer. Un trabajo que me lleve siempre al vértigo inicial de «tengo que hacer algo pero no sé qué», para pasar a continuación al «ahora ya sé lo que quiero hacer pero todavía no sé cómo hacerlo», el vértigo creciente de quien cada vez tiene más que perder y menos que ganar.

Puestos a soñar, mi trabajo para el futuro lo imagino creativo, que me lleve a realizar proyectos que además tengan una amplia repercusión en mi ciudad, que me permita el reconocimiento profesional de algunos.

Estaría bien que quedasen expuestos estos trabajos en algún museo para ser vistos por especialistas y público en general, y sería ideal que fuera en un museo próximo que me facilite la posibilidad de revisitarlos siempre que lo “necesite”.

En mi talla del futuro soñada me veo transmitiendo el oficio que heredé de mi padre a mis alumnos, que se encargarán de que este oficio continúe y no siga el camino a la extinción que ya han sufrido otros oficios artesanales.

En el futuro que sueño seré tallista de profesión, y perseguidor de sueños por vocación.

Así que nunca dejaré de perseguir mis sueños, he oído que a veces se cumplen.

 

Nunca dejaré de perseguir mis sueños

He oído que a veces se cumplen

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